Cuando perdiste tu empleo. Cuando abandonaste los estudios. Cuando tu matrimonio se fue a pique. Cuando tu negocio quebró. Cuando fracasaste. Las voces comenzaron a chillar.

En el episodio titulado: «El engaño de Acán y la derrota en Hai», Josué fracasó. Delante de su ejército, frente al enemigo, delante de Dios… fracasó.

Por: Max Lucado

Josué se arrastró hasta su tienda. Todo el campamento estaba devastado. Habían enterrado a treinta y seis de sus soldados y habían sido testigos de la caída de un compatriota.

Josué sintió las miradas hostiles e intensas del pueblo.

Josué no es un buen líder.
No tiene lo que se necesita.
Nos defraudó.

Él sabía lo que ellos pensaban. Y peor aún, sabía lo que él pensaba. Su mente se inundó con dudas sobre sí mismo.

¿En qué estaba pensando cuando acepté este trabajo?
Debí haberlo hecho mejor. Todo es culpa mía.

Las voces… las escuchó todas. Y tú también.

Cuando perdiste tu empleo, cuando reprobaste el examen, cuando abandonaste los estudios. Cuando tu matrimonio se fue a pique. Cuando tu negocio quebró. Cuando fracasaste. Las voces comenzaron a chillar. Como monos en una jaula, se reían de ti. Las escuchaste.

¡Y te les uniste! Te descalificaste, te recriminaste, te censuraste a ti mismo. Te sentenciaste a una vida de trabajo forzado en el Leavenworth de una autoestima pobre.

¡Oh, las voces del fracaso! El fracaso nos alcanza a todos. El fracaso es tan universal que tenemos que preguntarnos por qué no lo abordan más especialistas en autoayuda. En las librerías sobran los libros sobre cómo tener éxito. Pero pasará mucho tiempo antes de que encuentres una sección que se llame «Cómo tener éxito en el fracaso».

Tal vez nadie sabe qué decir. Pero Dios sí sabe. Su libro fue escrito para los fraca- sos. Está lleno de individuos confundidos y reprobados. David fue un fracaso moral; sin embargo, Dios lo usó. Elías sufrió un descarrilamiento emocional después del monte Carmelo, pero Dios lo bendijo. Jonás estaba en la barriga de un pez, cuando oró su oración fue más sincera, y Dios la escuchó.

¿Personas perfectas? No. ¿Perfectos desastres? ¡Ya lo creo! Sin embargo, Dios los usó. Un descubrimiento acerca de la Biblia que es sorprendente y muy bien recibido: Dios usa los fracasos.

Dios usó el fracaso de Josué para enseñarnos qué hacer con los nuestros. Dios le pidió a Josué rápido y urgentemente que siguiera con su vida.

«Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro?» (7.10).

«No temas ni desmayes; toma contigo toda la gente de guerra, y levántate y sube a Hai» (8.1).

El fracaso es un tipo de arena movediza. Actúa de inmediato o te tragará. Un tropiezo no define ni rompe a una persona. Aunque fallaste, el amor de Dios no falla. Enfrenta tus fracasos con fe en la misericordia de Dios. Él vio que este colapso se acercaba. Cuando estabas parado al este del Jordán, Dios podía ver el percance futuro en tu Hai.

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