La ansiedad no es pecado; es una emoción. Sin embargo, la ansiedad sí puede llevar a una conducta pecaminosa.

Estás enfrentando, tú o alguien que conoces, la ejecución de una hipoteca, luchando contra el cáncer, atravesando un divorcio o batallando contra una adicción. Alguien que conoces, o tú mismo, está en bancarrota, no tiene ni un centavo o está cerrando una empresa. 

Sin excepción, estamos envejeciendo. Y con la edad llega una comitiva de cambios. Mi esposa encontró una aplicación que calcula la edad luego de evaluar una foto del rostro de la persona. La aplicación falló la edad de Denalyn por quince años, hacia el lado más joven. A ella le encantó. El mío lo falló por cinco años, hacia el lado más viejo. Así que lo volví a tomar. Y añadió siete más. Luego diez. Dejé de hacerlo antes que dijera que me había muerto.

Cualquiera pensaría que los cristianos estamos exentos de la ansiedad. Pero no es así. Nos han enseñado que la vida cristiana es una vida de paz y, cuando no sentimos paz, asumimos que el problema es interno. Entonces, no solo nos sentimos ansiosos, ¡sino que también nos sentimos culpables sobre nuestra ansiedad! El resultado es una espiral descendente de preocupación, culpa, preocupación, culpa. 

Esto basta para que alguien se sienta ansioso. Es suficiente para que nos cuestionemos si el apóstol Pablo estaba ajeno a la realidad cuando escribió: «No se inquieten por nada» (Filipenses 4.6 NVI).

«Inquiétense menos» habría sido desafío suficiente. O, «inquiétense solo los jueves». O, «inquiétense solo en épocas de angustia severa». 

Pero aquí no parece que Pablo nos esté dando ningún margen. No se inquieten por nada. Nada. Niente. Cero. Nulidad. ¿Fue esto lo que quiso decir? No exactamente. Él escribió la frase en tiempo presente activo, lo que implica un estado continuo. Lo que Pablo quería abordar era la vida en un estado de ansiedad perpetua. La Traduccion Lucado Revisada dice: «No permitas que nada en la vida te deje sin aliento y en angustia perpetuamente». La presencia de la ansiedad es inevitable, pero la prisión de la ansiedad es opcional.

La ansiedad no es pecado; es una emoción. (Así que, no estés ansioso por sentirte ansioso). Sin embargo, la ansiedad sí puede llevar a una conducta pecaminosa. Cuando adormecemos nuestros temores con latas y latas de cerveza o con atracones de comida; cuando vomitamos ira como el volcán Krakatoa; cuando traficamos nuestros miedos con cualquiera que los compre, sí estamos pecando. Si la ansiedad tóxica te lleva a abandonar a tu cónyuge, a descuidar a tus hijos, a romper pactos, o a romper corazones, presta atención.

Jesús pronunció estas palabras: «Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se hagan insensibles por […] las preocupaciones de esta vida» (Lucas 21.34 DHH). 

¿Crees que la ansiedad ha insensibilizado tu corazón? Presta atención a estas señales:

• ¿Te estás riendo menos que antes?
• ¿Ves problemas en cada promesa?
• ¿Te describirían las personas que mejor te conocen como alguien negativo y crítico?
• ¿Asumes que algo malo va a ocurrir?
• ¿Suavizas o minimizas las buenas noticias con una dosis de tu versión de la realidad?
• ¿Hay muchos días en los que preferirías quedarte en la cama en vez de levantarte?
• ¿Exageras lo negativo y desestimas lo positivo?
• Dada la oportunidad, ¿evitarías cualquier interacción con la humanidad por el resto de tu vida?

Si contestaste sí a la mayoría de estas preguntas, tengo un amigo que quiero presentarte. En realidad, me gustaría que leyeras un pasaje bíblico. He leído estas palabras tantas veces que ya somos amigos. Me gustaría nominar este pasaje para el Salón de la Fama de las Escrituras. En la pared del museo donde se exhiben las palabras enmarcadas del salmo 23, el Padrenuestro y Juan 3.16, también deberían exhibir Filipenses 4.4–8 (NVI): 

Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.

Cinco versículos con cuatro admoniciones que llevan a una promesa maravillosa: «la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos» (v. 7).

Celebra la bondad de Dios. «Alégrense siempre en el Señor» (v. 4). Acércate a Dios y pídele ayuda. «Presenten sus peticiones a Dios» (v. 6). 

Lleva y deja tus preocupaciones ante él. «Denle gracias…» (v. 6). Medita en todo lo bueno. «Consideren bien […] todo lo que sea excelente o merezca elogio» (v. 8). 

Celebra. Acércate y pide. Lleva y deja. Medita. C.A.L.Ma.

¿Podrías usar algo de calma? Si es así, no estás solo. La Biblia es el libro más marcado y resaltado en las tabletas Kindle. Y Filipenses 4.6, 7 es el pasaje bíblico más marcado y resaltado. Aparentemente, todos podemos usar una palabra reconfortante.

Dios está listo para pronunciarla. 

Con Dios como tu ayuda, dormirás mejor esta noche y sonreirás más mañana. Redefinirás tu manera de enfrentar tus temores. Aprenderás cómo disuadirte para alejarte de la cornisa; aprenderás a mirar las malas noticias a través del lente de la soberanía, a discernir las mentiras de Satanás y a decirte la verdad. Descubrirás una vida que se caracteriza por la calma y desarrollarás herramientas para enfrentar los ataques de ansiedad.


Extracto de libro: Ansiosos por nada
Autor: Max Lucado
Editorial: Grupo Nelson

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